LA FINAL DE 1950 SE JUGÓ DE NUEVO
Se ha dicho mil veces, y con razón, que el
triunfo uruguayo de Maracaná en 1950 fue una hazaña única e irrepetible. Sin
embargo, se ha comentado poco uno de los elementos de la singularidad de ese
partido tantas veces relatado: la camaradería posterior entre los futbolistas
uruguayos y brasileños, o sea entre ganadores y derrotados, que no se vio
afectada por las vastas repercusiones del resultado. Ni por la gloria de unos
ni la feroz crítica recibida por los otros.
En buena medida, esa fraternidad se terminó de forjar 13 años después del
Mundial de 1950, con la llamada “Revancha de Maracaná”, que en realidad fue un
partido a beneficio de la Cruzada del Dr. Caritat, una obra de hondo contenido
social de aquellos años que ha llegado hasta el presente.
El 19 de diciembre de 1963, la mayoría de los protagonistas del ‘50 volvieron a
vestirse de jugadores para salir a la cancha del Estadio Centenario. Fue una
idea alentada desde las páginas de El País por el periodista Dionisio Alejandro
Vera Yparaguirre, que firmaba Davy. Se recuerda sobre todo su columna “Lo que
no dice la crónica”, que aportaba una mirada diferente y festiva sobre los
hechos deportivos del fin de semana. Además, Davy había iniciado una campaña de
apoyo a la obra del Dr. Ricardo Caritat, especialista en ortopedia infantil,
que atendía a niños minusválidos (entonces denominados “lisiados”).
Los campeones uruguayos del ‘50 colaboraron presentándose a jugar en algunas
ciudades del interior. De allí a la idea de volver a enfrentarlos con sus rivales
de Maracaná hubo un paso. Se hicieron las gestiones, se recibió un “sí” desde
Brasil y se acordó jugar cerca de fin de año del ‘63. El País realizó amplia
difusión del partido e incluso en sus oficinas se vendieron las entradas. El
resto de la prensa apoyó la iniciativa con generosidad y replicó la
publicidad.
El fin de semana anterior, los jugadores brasileños fueron al Estadio para
saludar al público antes de los partidos por la última fecha del Campeonato
Uruguayo, que se definió justamente el domingo con el título de Nacional.
Al final, más de 50.000 personas asistieron la noche del 19 de diciembre,
dejando una recaudación de 383.578 pesos. Pagaron su entrada hasta dirigentes y
periodistas.
Uruguay formó con Aníbal Paz, William Martínez, Eusebio Tejera, Schubert
Gambetta, Obdulio Varela, Víctor Rodríguez Andrade, Alcides Ghiggia, Carlos
Romero, Oscar Míguez, Juan Burgueño y Rubén Morán. Luego ingresaron Roque
Máspoli, Juan Carlos González, Julio Pérez y Rodolfo Pini. Casi todos ya se
habían retirado del fútbol, pero Ghiggia lo tomó como un estímulo para no dejar
las canchas a su regreso de Italia, por lo cual siguió durante algunos años en
Danubio y Sud América.
Por Brasil jugaron Barbosa, Alfredo, Mena, Bibe, Ely, Fiume, Friaça, Zizinho,
Ademir, Octavio y Chico (los que jugaron el partido decisivo del ‘50 fueron
Barbosa, Friaça, Zizinho, Ademir y Chico). Después entraron Leopoldo, Osvaldo,
Yanson, Indio, Rubinho, Esquerdinha y Moronha. El árbitro fue Esteban Marino,
el número uno de aquellos tiempos.
Un detalle: como preliminar se enfrentaron la selección juvenil uruguaya contra
Santa Lucía de Canelones. Entre los juveniles estuvo Ladislao Mazurkiewicz, por
entonces una promesa en Racing.
Los equipos ingresaron a la cancha con sus uniformes habituales, cada uno
llevando el pabellón nacional del otro. Luego, las banderas fueron izadas en
tono solemne, con el estadio a oscuras y un reflector enfocándolas, mientras
sonaban un clarín.
Ganó Uruguay 4 a 1, pero el resultado fue una anécdota.
“Quiero expresar mi agradecimiento a los jugadores brasileños, que se prestaron
en forma tan generosa para una obra de tan especial significado humano. Es
notorio que la emoción vivida no pudo hacer disimular nuestras lágrimas”, dijo
Obdulio después del partido. “Esa circunstancia nos ha dado la posibilidad de
volver a pisar la gramilla del Estadio tras largos años de ausencia y para
nosotros tuvo una razón especial, poder vestir de nuevo la gloriosa celeste”,
añadió.
Para el público uruguayo, además, fue la única oportunidad de ver a los
campeones del mundo vistiendo la celeste en Montevideo. Aunque hoy parezca
increíble, al regreso de Brasil, el seleccionado se disolvió y cada futbolista
volvió a su club para los desafíos de los torneos domésticos.
No hubo más partidos internacionales hasta marzo de 1952, cuando Uruguay
disputó el Campeonato Panamericano en Santiago de Chile. A comienzos de 1953 se
jugó la Copa América en Lima, pero se concurrió sin jugadores de Peñarol y con
pocos de Nacional. Recién el 31 de mayo de 1953, una selección con seis
futbolistas de Maracaná se presentó en el Estadio Centenario para vencer a
Inglaterra 2 a 1. El 10 de abril de 1954, el equipo que se preparaba para el
Mundial de Suiza jugó (y perdió feo: 4-1) ante Paraguay en el Centenario, con
cinco campeones mundiales. Y así, casi sin darse cuenta, el público uruguayo se
despidió de aquellos héroes celestes.